Al contrario de cómo las películas de Hollywood retratan al prototipo de arquitecto, creativo, sensible y virtualmente perfecto, los arquitectos son un grupo diverso de personas falibles. Esto se debe al hecho de que el estudio y la práctica de la arquitectura se forjan con varios "eventos desafortunados". La escuela de arquitectura es una bestia, si no la profesión en general, y esencialmente se encarga de reinventar la psique de sus estudiantes desmoralizándolos y elevando sus espíritus, constantemente... dile hola a los problemas no resueltos!.
Si bien este proceso produce intelectuales brillantes con una profunda comprensión del lugar que ocupa la arquitectura en la sociedad, también puede terminar convirtiendo a los arquitectos en pretenciosos esnobs. Los arquitectos jóvenes siempre se gradúan con una perspectiva distinta de la vida. Combina eso con un trabajo en gran medida ingrato y pronto los arquitectos descubrirán que sólo pueden relacionarse con otros arquitectos. Esos raros amigos que valientemente apoyan a un arquitecto contra viento y marea merecen una fuerte palmadita en la espalda, porque los arquitectos, a pesar de sus innumerables encantos, exhiben varios rasgos increíblemente molestos. La siguiente es una compilación de ocho quejas que los amigos y socios que no son arquitectos tienen contra sus colegas arquitectos:
1. El arquitecto piensa que todo es Arquitectura
Los arquitectos de alguna manera encuentran la forma de conectar todo con la arquitectura. Creen de verdad que todos los problemas que enfrenta nuestro mundo hoy, desde el cambio climático hasta la crisis de refugiados, son el resultado de decisiones arquitectónicas pasadas y que la arquitectura por sí sola es el medio para resolver estos problemas. Sin embargo, esa no es la parte más molesta; todos tienen derecho a tener opinar. Lo que enardece los ánimos es que los arquitectos debatirán interminablemente y no descansarán hasta que todos estén de acuerdo con ellos.
2. El arquitecto lo sabe todo
Cinco años o más de una educación interdisciplinaria, que involucra interminables revisiones, lleva a los arquitectos a pensar en sí mismos como dioses o seres súper omniscientes, desarrollando una inquebrantable confianza en sí mismos. Por lo tanto, ya sea que las personas hablen de teoría de cuerdas o de las Kardashians, los arquitectos se esforzarán por cuestionar sus opiniones con convicción.
3. ¿Qué quiere decir el arquitecto?
Si hubiera un premio por comunicar la más simple de las ideas de la manera más complicada posible, un arquitecto ganaría indiscutiblemente. Con el tiempo, los arquitectos han dominado la habilidad de inyectar palabras que suenan sofisticadas, como pastiche, palimpsesto o yuxtaposición, en conversaciones regulares mientras emplean oraciones con estructuras laberínticas, para disgusto de sus amigos y compañeros. Los miembros del círculo más interno de un arquitecto saben también cómo evitar preguntarles el significado de palabras como espacio, concepto o arquitectura, a menos que quieran aburrirse hasta la muerte.
4. Al arquitecto le gusta su café con un toque de esnobismo
Los arquitectos, a través de sus días en la escuela de arquitectura, establecieron una relación emocional única con el café. Ellos invariablemente tienen fuertes preferencias, ya sea sobre el tipo de granos usados, la forma en que se prepara la mezcla, y no se incomodan por negarse a un café que no sea exactamente igual al que a ellos les gusta.
5. El arquitecto siempre lo puede hacer mejor
Los arquitectos están entrenados para luchar siempre por más; sus comités de evaluación se encargaron de decir siempre que algo faltaba, incluso cuando sus diseños eran extraordinarios. Esto se manifiesta como un perfeccionismo obsesivo en todo lo que se proponen. Las tareas sencillas, como elegir una tarjeta de Año Nuevo para sus padres o seleccionar una fuente para su currículum, pueden llevarles horas. Los arquitectos también son demasiado críticos con otras personas y pueden encontrar fácilmente fallas en todo, desde la forma en que usas tu cepillo de dientes hasta algo tan universalmente aclamado como la música de Adele.
6. El arquitecto fanático de arquitectos famosos
La llegada de las plataformas de redes sociales como Instagram y Twitter, han logrado que una gran cantidad de arquitectos tengan tantos seguidores del mundo de la arquitectura como los tienen las estrellas de cine. Ya es posible encontrarte en una fiesta de disfraces con jóvenes arquitectos caracterizados como Bjarke Ingels citando palabras de sus discursos, mientras sus amigos no arquitectos van vestidos como Katniss Everdeen o Luke Skywalker y desconcertados murmuran: "Sé que es el protector de pantalla de tu laptop, pero no tengo idea de quién es él y por vigésima vez... no me importa!".
7. El arquitecto ama todo sobre la ciudad
Salir con un arquitecto a las calles de la ciudad es una aventura en sí misma, pero de seguro pondrá nerviosos a sus amigos. Los arquitectos se detendrán en seco para mirar una piedra de la acera o la tipografía de un cartel publicitario. Pasarán veinte minutos hablando sobre un edificio y su significado en la "arquitectura moderna", mientras sus amigos perderán el último autobús que los podría haber llevado a casa. También, de vez en cuando, los arquitectos tendrán brotes repentinos de inspiración cinematográfica en el café local, que los conducirán a garabatear en servilletas de papel manchadas de café. Mientras tanto, sus amigos se preguntan si su único trabajo es seguir molestando al camarero con más servilletas.
8. El arquitecto nunca duerme
A los arquitectos les encanta hablar sobre cuánto sueño no han podido conciliar. Un no-arquitecto que esté en una mesa con arquitectos cansados de tanto trabajar, encontrará este tema circulando cada cierto tiempo en la conversación. Parecería que el único criterio de cómo los arquitectos miden el éxito es comparando con cuán poco duermen. También están las quejas continuas sobre lo poco que ganan por cuánto trabajan. Los arquitectos se olvidan de que sus amigos y socios ya saben todo esto, ya que han sido ellos mismos quienes han tenido que pagar por sus alimentos y programar los horarios del amigo arquitecto. A los amigos no les importa que el arquitecto esté en la quiebra o que no tenga un equilibrio entre el trabajo y el tiempo libre en su vida, es sólo que preferirían hablar sobre el nuevo episodio de Juego de Tronos antes que escuchar al arquitecto quejarse como un bebé.
*
Las imágenes de este artículo fueron amablemente proporcionadas por Andrea Vásquez.